lunes, 19 de julio de 2010

Acoger, Recibir, Amar…

mesa servida Ahora que el turismo se ha puesto de moda, una de las virtudes atribuidas a los pueblos de cada nación o región o ciudad que se quiere promocionar como lugar de destino turístico es la hospitalidad. Decir de los habitantes de un lugar que son hospitalarios es una forma de invitar al turista. Es decirle que se va a sentir como en casa, que le van a tratar bien, que no se va a sentir extranjero ni marginado. No deja de ser una mentira y de las gordas dado que toda la hospitalidad que se recibe en esos destinos turísticos hay que pagarla puntualmente y casi siempre a altos precios. Ni la hospitalidad es realmente virtud ni la realidad es como la pintan las fotos de esos folletos.

      La hospitalidad es virtud antigua, típica del mundo rural. Típica, sobre todo, de un mundo más duro y difícil, donde sólo esa básica solidaridad humana podía ofrecer la ayuda necesaria para sobrevivir. En un mundo donde no había servicios de emergencia, ni ambulancias, ni seguros sociales, ni estado del bienestar, la única red disponible para que la persona en problemas no cayese en el vacío era la mano amiga de otra persona que prometía compartir lo que se tenía, hacer un hueco en la mesa y en la casa, un poco de comida y un lugar para dormir, descansar y reponer fuerzas.

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