martes, 6 de abril de 2010

Encontrar a Dios en el mundo de hoy


El día 5 de abril del presente año se realizó en el colegio "De Jesús" la conferencia "Encontrar a DIOS en el mundo de HOY" dirigida por el monje benedictino Anselm Grün; dicha conferencia contó con una concurrencia masiva la cual salio muy satisfecha.


Anselm Grün, nacido en 1945, monje y administrador de la abadía benedictina de Münsterschwarzach (Alemania), es uno de los autores de espiritualidad cristiana más leidos en la actualidad. Entre sus numerosas publicaciones se encuentran: Cincuenta ángeles para el alma; el libro del arte de vivir, cincuenta testigos de confianza; El libro del deseo; Un largo y gozoso camino; Elogio del silencio; Benito de Nursia: su mensaje hoy; La oración de cada día; Dirigir con valores; Habitar en la casa del amor; Tú eres una bendición y El gozo de vivir, rituales que sanan, de donde extraemos un fragmento a continuación.

El resucitado se halla presente

A los primeros cristianos no les hacía falta que los instaran a acudir a las celebraciones de la eucaristía. Por su propio impulso "partían en sus hogares el pan y celebraban unos con otros la comida con gozo y sencillez de corazón" (Hechos de los apóstoles 2,46). Lo de "partir el pan" era para los primeros cristianos el lugar en que ellos recordaban incesantemente las palabras y los hechos de Jesús y en el que experimentaban como presente entre ellos al Cristo resucitado. Las palabras de Jesús que ellos escuchaban eran palabras del Resucitado que se encontraba en medio de ellos. Las historias que ellos se contaban acerca de Jesús no eran meros recuerdos sino que se convertían en historias presentes para ellos, porque Cristo mismo se hallaba entre ellos. Las historias de curaciones no se las contaban para recordar con nostalgia a Jesús, sino con la fe firme de que Cristo sigue tocando y sanando hoy día a los hombres, exactamente de la misma manera que lo hacía entonces. Lo que escuchaban en el evangelio lo representaban en el rito, siempre igual, de partir el pan. Entonces experimentaban con todos sus sentidos que Cristo los mira, les habla, los toca y los levanta, lo mismo que levantó a la mujer encorvada y le devolvió su dignidad inviolable.

Nuestra tarea, actualmente, consistiría en comunicar en la eucaristía a las personas la persuación intima de que Cristo mismo está presente en medio de nosotros y nos habla; que él nos toca en la comunión; que nos da su fuerza para que podamos seguir recorriendo el camino en la vida cotidiana. La eucaristía sería el lugar en el que experimentamos sin cesar que nosotros no somos únicamente personas de la tierra sino también personas del cielo; que somos más que los que cumplen con sus obligaciones y tienen que soportar la trivialidad de su vida cotidiana, porque en nosotros hay algo sobre lo que el mundo no tiene poder alguno con sus normas y espectativas.

Ahora bien , en la eucaristía dominical, muchas personas no experimentan a Cristo como el Resucitado que está en medio de ellos, sino que se rozan con la figura concreta de la Iglesia, tal como se les presenta en el culto divino. No se trata, sin embargo, de la demostración de la Iglesia, sino del congregarse comunitariamente en torno a Cristo, el Resucitado.

Si se llega a experimentar esto, vuelve a entenderse el sentido de muchos ritos.

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